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Conectividad de alto impacto desde el corazón del desierto

  • Foto del escritor: redesautomining
    redesautomining
  • hace 4 días
  • 3 Min. de lectura

Osvaldo lidera proyectos que transforman la manera en que se conectan las máquinas, demostrando que la minería del futuro se construye hoy con redes privadas y equipos humanos cohesionados.


En el corazón del desierto de Atacama, donde la minería mueve el pulso económico de Chile, la tecnología también cava profundo. Allí, Osvaldo Medina, ingeniero en sistemas de transportes y telecomunicaciones, lidera en terreno una revolución silenciosa pero decisiva: el despliegue de redes de telecomunicaciones LTE privadas para faenas mineras de BHP, de la mano de Automining.


“Trabajamos con redes privadas similares a las de un operador como Entel o Movistar, pero orientadas exclusivamente a la comunicación entre máquinas”, explica Medina. Estas redes permiten habilitar sistemas de seguridad críticos y soportan tecnologías de automatización avanzada. En palabras simples, son las autopistas invisibles por donde circulan datos vitales para que un camión de 400 toneladas pueda operar sin conductor, o una perforadora realice tareas de forma autónoma.


La conectividad no es solo una comodidad en este entorno, sino una condición para la seguridad. “Si algo falla en una red pública, es molesto. Pero si una señal de emergencia no se transmite en una faena minera, las consecuencias pueden ser fatales”, enfatiza Medina. Por ello, la creación de estas infraestructuras requiere más que conocimiento técnico: exige una profunda comprensión del entorno, de sus riesgos y de los sistemas críticos que se deben proteger.


El trabajo de Automining se divide en dos grandes etapas: el diseño de ingeniería y el despliegue en terreno. La empresa no solo configura redes adaptadas a las necesidades específicas del cliente, sino que lo hace en condiciones extremas, con alta polución, vibraciones constantes por el tránsito de maquinaria y carencia de energía eléctrica en puntos clave. “Muchas veces hay que implementar sistemas de energía autónoma, pensar soluciones a medida y adaptarlas a entornos hostiles donde nada está estandarizado”, agrega Medina.


El nivel de exigencia es alto y los plazos, ajustados. “Te piden tener un sistema en operación en tres o seis meses, cuando el despliegue completo puede requerir mucho más tiempo si no existe experiencia”, explica. Aquí es donde se pone a prueba el talento, la capacidad de resolución rápida y el trabajo colaborativo.


Y es precisamente en ese punto donde Osvaldo enfatiza el valor del factor humano. Más allá de sensores, cables y torres, lo que hace posible esta tecnología son los equipos humanos. “En estas faenas, se necesita desde el experto en telecomunicaciones hasta el prevencionista, el operador logístico y quien sabe gestionar permisos. No basta con tener conocimientos: hay que saber moverse, confiar en el otro y construir equipos que operen en sincronía”, afirma.


La clave está en formar capital humano capaz de adaptarse, tomar decisiones ágiles y convivir con la tecnología sin perder el foco en las personas. “No se trata sólo de saber programar o montar una antena. Se trata de entender por qué estás allí, para qué sirve tu trabajo y qué decisiones debes tomar cuando algo cambia. Ese es el perfil profesional del futuro”, reflexiona.


El impacto de este tipo de redes no se limita a la operación actual. En faenas como las de BHP, los proyectos están pensados a 50 o 100 años plazo. Por eso, cada infraestructura debe ser escalable, flexible y capaz de evolucionar con las nuevas tecnologías. Las redes LTE de hoy podrían migrar a 5G industrial en el futuro, permitiendo aún más automatización, monitoreo en tiempo real y toma de decisiones basada en datos.


Medina lo resume con claridad: “Nuestro trabajo es construir cimientos digitales en medio del desierto. Y eso requiere visión de largo plazo, tecnología de punta y, sobre todo, personas comprometidas que crean en lo que hacen”.


Con casi dos años de experiencia en Automining, Osvaldo ha sido testigo del crecimiento sostenido de la compañía. “Somos una empresa joven, pero con un equipo cohesionado que ha sabido avanzar por sobre la competencia”, destaca. Esa confianza se ha ganado paso a paso, demostrando en cada faena que la minería del futuro no se trata solo de robots y algoritmos, sino de ingenieros, técnicos y operadores que, en conjunto, están redefiniendo los límites de la conectividad industrial.


Lo que más valora Osvaldo de su labor es el aprendizaje continuo y la posibilidad de transformar entornos productivos mediante soluciones concretas. “Cada proyecto implica un nuevo desafío, desde conocer el terreno hasta entender la lógica operativa del cliente. Eso nos obliga a pensar con creatividad, a anticiparnos a los problemas y a actuar con eficiencia, sin margen de error. Esa exigencia, lejos de desmotivarnos, es lo que nos apasiona”, concluye.


En un contexto marcado por la transformación digital, la minería chilena encuentra en profesionales como Osvaldo Medina el puente entre el desierto y la nube, entre la seguridad de hoy y la inteligencia artificial del mañana, entre el ruido de un motor y el silencio de una red que nunca duerme.

 
 
 

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